En el año 1973 el estadista Henry Kissinger recibía el Premio Nóbel de la Paz (compartido con el norvietnamita Le Duc Tho) por ser los artífices del alto el fuego en la guerra de Vietnam. Le Duc Tho acabó devolviéndolo dado que no se llegó a materializar ese acuerdo de guerra y varios asesores del Nobel dimitieron como protesta por la elección. Kissinger, aunque no se trasladó a Oslo para recibir el galardón, nunca llegó a devolverlo oficialmente, aunque parece ser que lo intentó y lo denegaron. Ahora que cumple 100 años y que sigue ejerciendo con su amplia experiencia como asesor, vuelven los debates en torno a su figura y al papel que ha jugado en la política exterior estadounidense de la última mitad del siglo pasado. Involucrarse en los gobiernos centroamericanos, apoyándolos desde la sombra no es bien visto por parte de mucha parte del periodismo independiente. Regímenes apoyados con asesoramiento y dotación económica acabaron siendo gobiernos de terror con torturas, desapariciones y ajusticiamientos sumarísimos. Siempre se ha dicho que llegó hasta a diseñar un plan de bombardeo de Cuba, dada la falta de sintonía y la cercanía del país centroamericano hacia el comunismo que venía desde China.
Es verdad que soy de los que piensa que, en materia en estado, muchas cosas no deberían ser de luz pública. Eso sí, legales, siempre. Poner las cartas boca arriba puede darles señales a otros países a la forma de incidir social o económicamente en nuestra sociedad. Y eso, como diría Sabina, “eso sí que no – nó, no, no, no; no, no, nó).
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