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Fuego cruzado: terrorismo en la historia reciente de España

En 2021 un estudio reveló que apenas un 57% de los estudiantes de ESO en Navarra sabían qué era ETA. Si ampliamos la investigación al resto de la geografía peninsular, el desconocimiento entre los más jóvenes probablemente sería mayor. El olvido del pasado reciente es la mejor receta para quedar atrapados en las redes de una demagogia que despersonaliza al adversario y menosprecia el dolor de las víctimas. 

ETA, un vago recuerdo entre los más jóvenes

En términos de salud democrática, el desconocimiento sobre ETA entre la población más joven no es el único dato preocupante que plantea el estudio realizado por el Observatorio de la Realidad Social del Gobierno de Navarra en 2021. Todavía más demoledor resulta el hecho de que un 26% de los encuestados afirmaran que el uso de la violencia “puede estar justificado en algún caso para la obtención de fines políticos” y, aún más preocupante, que el 22% de los jóvenes no contestara a una pregunta tan crítica.

Y es que, como afirmaba Javier Peso, profesor de Bachillerato en Vizcaya, “hemos pasado página sin haber leído la página”. Todo un suspenso en memoria histórica que se une a lo que sucede con otros periodos como la Guerra Civil o el franquismo. Lo cierto es que las heridas abiertas supuran y corren el riesgo de infectarse.  Y no hay nada más insalubre que un relato mitológico empeñado en recrear un recuerdo distorsionado del pasado, alimentado por el sesgo de los intereses del presente.

Pasar página o leer la página: historia vs. memoria

“Cada vez que matan a una persona, nos matan a todos un poco”, decía Tomás y Valiente. Había sido presidente del Tribunal Constitucional y, en el momento de su muerte, el 14 de febrero de 1996, se había reincorporado a la vida académica como catedrático de Historia del Derecho en la Universidad Autónoma de Madrid. Es allí donde fue asesinado, en su despacho, mientras hablaba por teléfono con Elías Díaz, destacado intelectual socialista y catedrático de Filosofía del Derecho en esa misma Universidad. No estoy segura de que muchos jóvenes estudiantes sepan hoy que también los campus universitarios fueron escenario de atentados terroristas. Fueron décadas en las que, junto a ETA, bandas terroristas de extrema izquierda y extrema derecha, tuvieron en vilo a una ciudadanía que asistía impotente al horror de los sangrientos atentados que marcaron los últimos años del franquismo y los primeros pasos de la Transición. La paz no salió gratis, como tampoco lo fue la consolidación de un modelo democrático que recuperaba el marco de derechos y libertades desaparecido tras la Guerra Civil.

Por ello, la labor de asociaciones de víctimas es esencial a la hora de promover la investigación sobre violencia política de distinto signo, prestando atención especial a la importancia de los testimonios de familiares de víctimas, a la hora de comprender las aristas de una herida abierta que está lejos de cicatrizar.

11-M, punto de inflexión en la historia reciente

A esa vieja herida se unió el 11 de marzo de 2004 la materialización de una nueva amenaza, cuando en plena hora punta de la mañana estallaron simultáneamente diez bombas en la estación de Atocha. El yihadismo aparecía en escena con un saldo de 193 muertos y cientos de heridos, incorporando nuevas fórmulas de fanatismo en las que cualquier ciudadano adquiere la condición de víctima potencial.

El 11-M resucitó viejas teorías conspirativas que alimentaron una dinámica de bloqueo y enfrentamiento continuo, amplificadas por el eco de nuevos canales de comunicación. Desde entonces, ha crecido la polarización ideológica y la antigua voluntad de concordia ha dado paso a una cultura de la cancelación que ha sembrado el pasto necesario para mensajes incendiarios que contaminan la opinión pública, limitan la libertad de expresión y condicionan el juego político. Su estela se extiende hasta la propia valoración del proceso de cambio que representa la Transición, hoy cuestionado por sus limitaciones, ignorando la realidad de aquel momento y las múltiples dificultades que tuvo que sortear.

Terrorismo y memoria histórica

El fanatismo encuentra un campo abonado en jóvenes sin referentes vitales sobre los efectos de la radicalización violenta en el pasado. Precisamente por eso es tan importante cualquier esfuerzo por mantener viva la memoria del terrorismo, tanto en el plano de la investigación académica, como en el educativo. No se trata de alimentar rencores, ni de fomentar el perdón con el olvido. La cuestión es conocer y comprender las coordenadas históricas que favorecieron las prácticas terroristas para impedir el avance de nuevos movimientos radicales, cuyos efectos ya ha padecido la sociedad, aunque las generaciones más jóvenes no lo hayan vivido.

Dentro de las convocatorias de divulgación propuestas por la Unidad de Cultura Científica de la Universidad Complutense, se ha publicado un hilo en X (antiguo Twitter) sobre la historia del terrorismo en España con la recopilación de algunos de los atentados más mediáticos, protagonizados por bandas armadas de distinto signo político. Lamentablemente falta el recuerdo de muchas de las víctimas, pero es una buena muestra de la oleada de atentados que asoló a la sociedad en los últimos años del franquismo y comienzos de la transición.

Al fin y al cabo, no hay mejor prevención contra el fuego cruzado del fanatismo y la radicalización violenta que el conocimiento de sus efectos. Y no hay mejor forma de aproximación que ponerle rostro al dolor, a través de la imagen de las víctimas y el testimonio de sus familiares.

+ INFO:

Fuego cruzado: breve historia del terrorismo en España

Publicado por CMdlR

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