La psicología ha bautizado a la capacidad que tenemos los seres humanos para conversar con nosotros mismos como diálogo interior. El psicólogo ruso Lev Vygotsky fue el primero que reparó en la existencia de este diálogo interno. Este fenómeno mediante el cual escuchamos una voz interna, nuestro Pepito Grillo particular, que puede replicar nuestros pensamientos o acciones, expresa la curiosa dualidad de nuestra psique. Como si tuviéramos dos egos expresando opiniones contrapuestas en pos de una solución única que defina nuestros actos y nuestras opiniones. Y digo única, porque es importante que la manifestación externa sea única; en otro caso, seremos inmediatamente catalogados como locos, como esquizofrénicos.
¿Os imagináis poder ser testigos del diálogo interior de Hitler, de Stalin, o de Pol Pot?¿Qué se dice Rajoy así mismo? Yo apuesto a que la voz interior de este último siempre le replica lo mismo: ¿por qué no te callas?
En cualquier caso, el tema no es tan sencillo. Está comprobado que no todas las personas tenemos este diálogo interior, o, como mínimo, no lo tenemos de la misma forma. En algunos individuos, más que escuchar la voz de una conciencia interna, lo que experimentan es una sucesión de imágenes y sensaciones que no necesitan palabras.
Russell T. Hurburt ha estudiado este fenómeno durante medio siglo. Mediante un método creado por él mismo, y denominado Muestreo Descriptivo de Experiencias, ha llegado a la conclusión de que el diálogo interno de cada persona puede consistir en una experiencia muy diferente en cuanto a su presencia y naturaleza. Hay quienes lo experimentan constantemente, como una compañía ad aeternum, y en el otro extremo están los que apenas lo tienen.
El neurocientífico y escritor Ethan Kroos manifiesta que aunque la forma en que esta se expresa sea diferente, todos poseemos una voz interna. Cosas tan triviales como repetir mentalmente un número de teléfono o tan complejas como mantener una conversación completa con uno mismo, son expresiones de esta capacidad esencial para nuestro funcionamiento cognitivo.
Imaginad lo que a lo largo de los siglos ha supuesto para algunos individuos, e incluso para la civilización en general, la ignorancia sobre estos procesos psicológicos internos del ser humano.¿Cuántos y cuántas no identificarían a Dios en esas voces? ¿Qué me dices, Teresita? Uy, perdonad por las confianzas, Santa Teresa de Jesús. Esta señora, además de demostrar el gusto de la derecha ibérica por preceder su apellido por la preposición “de”, podría ser un ejemplo de lo que digo.
Me imagino a Ramsés II dándole a la sinhueso consigo mismo, convencido de que está de cháchara con Amón. Julio César diciéndose exhortativo: Que si ostia, que les digas, Veni, vidi , vici y los dejas a todos acojonados. Napoleón mientras pernoctaba en la Gran Pirámide como émulo de Julio César y el gran Alejandro adulándose: ¡Joder macho! Eres pequeño pero matón, como los más grandes.
En definitiva, puede ser algo muy jugoso y edificante poseer una voz interior que te ayude a optimizar tus actos y declaraciones. Quizás incluso, para los más impulsivos, suponga una especie de última frontera que los libre de actos despojados de todo raciocinio y conveniencia. En mi caso, puedo decir que la tengo, y que su verborrea es cuál arroyo de montaña en noche de tormenta. Aunque a veces tiene ideas interesantes, no cabe duda. Pero que hay de ti, ¿La tienes? ¿Qué te dice?
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