Si nos fijamos en los hábitos de vida de los pueblos más longevos del Planeta, como los Hunza (Himalaya), los habitantes de Okinawa en Japón, Loma Linda en California, Vilcabamba en Ecuador, Nicoya en Costa Rica o (más próximos a nosotros) los isleños de Cerdeña, podemos extraer, tal vez, algunas conclusiones sobre los factores que inciden en una vida longeva y sana.
Este aspecto, el de SANA, es esencial, pues no se trata de vivir muchos años sino de vivirlos con una buena calidad de vida. Vivir más, si lo hacemos rodeados de enfermedades, puede ser un drama más que una bendición. Por ello, cuando hablamos de longevidad nos referimos a una vida larga y, al mismo tiempo, de calidad.
Tal vez, uno de los trabajos de campo más exhaustivos sobre este tema sea el realizado por Dan Buettner, trabajando para National Geographic con un grupo de expertos demógrafos y médicos especialistas, en un proyecto de investigación denominado “blue zones” (zonas azules) que se extendió por más de una década.
Frecuentemente, se cita el tipo de alimentación como factor clave en la longevidad, basándose en que es habitual que todos estos pueblos compartan una dieta rica en vegetales, frutas y cereales, con poco contenido en proteína animal. Sin embargo, las conclusiones de Buettner apuntan más allá, incluyendo otros factores como rasgos comunes a todos estos pueblos:
- Hacer ejercicio.
- Cuidar el peso.
- Tomar frutas, verduras, legumbres y frutos secos.
- Beber alcohol moderadamente.
- Tener un propósito de vida diario.
- Evitar el estrés, hacer la siesta, meditar.
- Pertenecer a círculos sociales, religiosos que le den sentido de pertenencia.
- Priorizar la familia.
- Rodearse de personas afines en objetivos
Menos de la mitad de los factores citados en la lista anterior tienen una relación más o menos directa con la dieta (solo un 30%), complementándose ésta (que, evidentemente, si es importante) con otros aspectos saludables de tipo psico-social y personal, como tener un propósito de vida, imponerse objetivos, vivir sin estrés y descansar y dormir lo necesario.
En nuestras sociedades urbanas hemos perdido gran parte de estos factores saludables. Comenzando por la dieta que no solo tiene que ver con el tipo de alimentos consumidos sino, también, con la calidad de los mismos (abonos y pesticidas químicos utilizados en el cultivo de productos de huerta, y componentes hormonados y antibióticos en la alimentación animal).
Sin embargo, no parece ser la dieta el elemento más importante a tener en cuenta para una vida sana. Como relata Buettner, aportando el ejemplo de una familia de cinco mujeres pertenecientes a tres generaciones diferentes: “cada pocas semanas, se reunían para cocinar pan de la manera tradicional”. ¿El secreto de su longevidad estaba en la masa? ¡No!, estaba en todo lo que rodeaba al proceso: para preparar el alimento, las mujeres debían cortar leña y atizar el fuego, así como amasar durante casi una hora, un ejercicio físico completo que, por sí mismo, resulta más agotador que una sesión en el gimnasio. Pero aún esto no parecía lo más importante, la clave de su longevidad y salud, sino el mantener unas relaciones interpersonales saludables.
“La gente se encuentra todos los días en la calle y disfruta de la compañía de los demás”, escribe Buettner en las conclusiones de su trabajo. “Si alguien enferma, un vecino está ahí para ayudarlo. Si un pastor pierde su rebaño, otros le entregan algunos de sus animales para reconstruirlo. Nadie vive solo, aunque pernocte sin compañía en su casa”. Como recuerda el autor, no hay nada más importante para que una comunidad (y no uno de sus miembros) sea longeva que sus habitantes se apoyen mutuamente. En muchas ocasiones, esto se manifiesta a través de unos lazos familiares fuertes. Ninguna persona envejece pensando que va a terminar en una residencia de ancianos, sino que sabe que sus hijos (y nietos, y sobrinos, y primos) podrán cuidarlos en casa hasta el final de sus días.
En definitiva, son los factores psico-sociales la clave de la vida longeva (apoyados por otros aspectos como una alimentación adecuada y un desgaste energético saludable a través del ejercicio natural).
La ausencia de estrés que implica el vivir en un entorno natural, sin las sobre-exigencias, los niveles de alerta y los conflictos que plantea la vida en las grandes ciudades es otro factor fundamental a la hora de mantener la salud y prolongar la vida, como indica las conclusiones del estudio de Buettner.
En el acontecer diario de nuestras ciudades, inmersos en una vida agitada y llena de obligaciones, ¿podemos replicar, en parte, estas condiciones ideales para lograr una vida saludable (no solo una vida longeva, sino lo que es más importante, una vida de calidad)?
La respuesta es sí, pero con condiciones. Adaptar las características del hábitat urbano a las de los pueblos más longevos del Planeta precisa de un esfuerzo personal que debería incluir los siguientes aspectos:
- Evitar el estrés: es este el principal factor generador de patologías. Aunque las causas generadoras de estrés son múltiples y variadas, todas tienen como factor común: sentirse amenazad@ ( en las relaciones, en el trabajo, en la autoimagen, en la salud, en el bienestar económico, etc.).
- Actuar con propósitos trascendentes más allá de la simple supervivencia diaria (comer, dormir, trabajar, entretenerse…). El tener un sentido de vida, trabajar con objetivos y proponerse metas (especialmente si incluyen un contenido de servicio a los demás) contribuyen, en un alto porcentaje, a la felicidad personal y, por tanto, a la salud.
- Cuidar lo que ingerimos (físico y mental): alimentos sanos (con preferencia biológicos), aire puro (el ejercicio al aire libre es el mejor), estímulos sanos (evitar ambientes, información, entretenimientos, etc. que nos generen estrés o malestar emocional)
Compensar los factores insalubres que arrastra la civilización moderna requiere de un compromiso personal, evitando el dejarse llevar por la corriente general. Y esto sobre todo implica prestar atención a lo que hacemos, lo que decimos, lo que comemos, lo que pensamos, lo que deseamos lo que anhelamos… Y, en definitiva, vivir conscientemente nuestra aventura de existir, obviando automatismos y rutinas.
Los pueblos más longevos del Planeta nos dan una lección importante para mejorar no solo nuestro tiempo de vida sino, también y sobre todo, la calidad con la que lo vivimos.
Necesitamos bajar el ritmo, disminuir las preocupaciones incrementando la confianza, cuidar las relaciones potenciando aquellas las que nos aportan bienestar, recuperar una vida en valores, dotándola, al mismo tiempo, de un sentido de vivir, de una misión.
Este es el secreto de los pueblos más longevos del planeta. Podemos intentar imitarlos si lo deseamos, simplemente rescatando nuestras vidas de la locura y la velocidad a la que vivimos, relajando el nivel de estrés que imponen nuestras sociedades modernas, y poniéndonos al servicio de nuestras más íntimas necesidades (las que nos proporcionan auténtico bienestar).
La experiencia de Vivir es algo inmenso que, en ocasiones, solo valoramos cuando llegamos al final del camino. De nosotros depende recuperar todo el potencial que tenemos a nuestra disposición para disfrutarlo aquí y ahora. Las sociedades más sanas y longevas nos muestran el camino.
Me parece muy acertada la conclusión a la que llegó Dan Buettner. La lista de factores toma en cuenta aspectos que quizás antes no eran considerados como muy concluyentes y que ahora, felizmente, se han ido aceptando más!